El proyecto contemplaba la remodelación de la cocina central de el hospital Guillermo Almenara.
El proyecto tenía como condicionantes, la reorganización del espacio para solucionar los problemas de eficiencia, asepsia y control de insumos; en un espacio de 900 m2, que pudiera atender las 1,000 raciones diarias que requería el hospital.
Para ello se tuvo en cuenta el proceso de preparación, organizando los ambientes de acuerdo a este (almacenaje, preparación, cocción, servido y reparto), con especial cuidado en la elección de los materiales (cerámicos anti-abrasivos, tableros de acero inoxidable, etc.).
La composición arquitectónica, estaba organizada mediante una planta libre que albergaba a elementos independientes pero organizados mediante 2 circulaciones que se convertían en la columna vertebral del planteamiento; todo dentro de un repertorio formal tecnológico que contrastaba con las circulaciones que tenían mas bien un vocabulario mas orgánico.